Todos cometemos errores, somos humanos. Pero a veces en los puestos secretariales pareciera que eso no está permitido. Jamás.
No se puede cometer el más mínimo error porque eso significaría falta de eficiencia y, dependiendo de la tolerancia del jefe, hasta podría tener peores consecuencias.
Pero, ¿realmente la eficiencia se mide a través de la perfección? ¡Imposible! Nadie, absolutamente nadie es perfecto. Y las secretarias no son la excepción.
En una oportunidad, un jefe le solicitó a su secretaria que retirara dinero de su cuenta. Como confiaba mucho en ella, le entregó su tarjeta de débito y la clave. La asistente se dirigió al cajero automático y a la hora de ingresar los últimos dígitos de su dni para verificación cometió un error. Sin darle la posibilidad de ningún otro intento, la tarjeta se bloqueó.
Por supuesto, eso ocurrió en medio de una mañana "complicada". La mente de la secretaria parecía estar en mil temas a la vez. Pero esto no era justificación para ella, se sentía muy mal, no solo por no haber cumplido con lo que su jefe le había solicitado sino también por ese perfeccionismo que la caracterizaba.
El trámite para desbloquear la tarjeta era indefectiblemente personal. Si su jefe le había solicitado que retirara el dinero en su lugar era porque realmente él no contaba con mucho tiempo y entonces debería perder valiosos minutos como consecuencia de su error.
Con mucha vergüenza le informó la noticia. Su reacción no fue mala. De hecho su jefe siempre había sido una persona muy comprensiva. Para compensar mínimamente la equivocación, la secretaria le había preparado la documentación necesaria para el trámite. Le pidió disculpas repetidas veces.
Se pregunté qué hubiera ocurrido ante una misma situación pero con su jefe anterior, que no se caracterizaba precisamente por la comprensión, el buen trato o la diplomacia.
Ese acontecimiento podría haber resultado un problema menor para otras personas, pero era para ella muy importante. Se propuse no dejarlo en el olvido y tratar de aprender de él. En adelante podría tener mil cosas en mente, estar preocupada por exámenes, responsabilidades, problemas personales o cualquier otro tema, pero era necesario que siempre se enfocara en lo que estaba haciendo y, especialmente, en las tareas solicitadas por su jefe. No solo para realizar su trabajo con excelencia, sino también para retribuirle de alguna manera su buen trato y su comprensión.
Aprender de las equivocaciones es importantísimo, tanto en nuestra experiencia laboral como personal. En definitiva, a veces cometemos errores como consecuencia de las cada vez más habituales prisas cotidianas y luego el tiempo que perdemos para tratar de resolverlos es mucho mayor.
¿Y ustedes? ¿Qué error recuerdan que las haya hecho pasar un mal momento? ¿Cómo lo resolvieron? ¿Cómo reaccionó su jefe? ¿Les sirvió de aprendizaje?
Una vez más... ¡Gracias por estar ahí!
No se puede cometer el más mínimo error porque eso significaría falta de eficiencia y, dependiendo de la tolerancia del jefe, hasta podría tener peores consecuencias.
Pero, ¿realmente la eficiencia se mide a través de la perfección? ¡Imposible! Nadie, absolutamente nadie es perfecto. Y las secretarias no son la excepción.
En una oportunidad, un jefe le solicitó a su secretaria que retirara dinero de su cuenta. Como confiaba mucho en ella, le entregó su tarjeta de débito y la clave. La asistente se dirigió al cajero automático y a la hora de ingresar los últimos dígitos de su dni para verificación cometió un error. Sin darle la posibilidad de ningún otro intento, la tarjeta se bloqueó.
Por supuesto, eso ocurrió en medio de una mañana "complicada". La mente de la secretaria parecía estar en mil temas a la vez. Pero esto no era justificación para ella, se sentía muy mal, no solo por no haber cumplido con lo que su jefe le había solicitado sino también por ese perfeccionismo que la caracterizaba.
El trámite para desbloquear la tarjeta era indefectiblemente personal. Si su jefe le había solicitado que retirara el dinero en su lugar era porque realmente él no contaba con mucho tiempo y entonces debería perder valiosos minutos como consecuencia de su error.
Con mucha vergüenza le informó la noticia. Su reacción no fue mala. De hecho su jefe siempre había sido una persona muy comprensiva. Para compensar mínimamente la equivocación, la secretaria le había preparado la documentación necesaria para el trámite. Le pidió disculpas repetidas veces.
Se pregunté qué hubiera ocurrido ante una misma situación pero con su jefe anterior, que no se caracterizaba precisamente por la comprensión, el buen trato o la diplomacia.
Ese acontecimiento podría haber resultado un problema menor para otras personas, pero era para ella muy importante. Se propuse no dejarlo en el olvido y tratar de aprender de él. En adelante podría tener mil cosas en mente, estar preocupada por exámenes, responsabilidades, problemas personales o cualquier otro tema, pero era necesario que siempre se enfocara en lo que estaba haciendo y, especialmente, en las tareas solicitadas por su jefe. No solo para realizar su trabajo con excelencia, sino también para retribuirle de alguna manera su buen trato y su comprensión.
Aprender de las equivocaciones es importantísimo, tanto en nuestra experiencia laboral como personal. En definitiva, a veces cometemos errores como consecuencia de las cada vez más habituales prisas cotidianas y luego el tiempo que perdemos para tratar de resolverlos es mucho mayor.
¿Y ustedes? ¿Qué error recuerdan que las haya hecho pasar un mal momento? ¿Cómo lo resolvieron? ¿Cómo reaccionó su jefe? ¿Les sirvió de aprendizaje?
Una vez más... ¡Gracias por estar ahí!